lunes, diciembre 17, 2007

La primera vez que vi a mi abuelito moribundo, un nudo subió por mi garganta y lagrimas salieron de mis ojos. Va a morir y yo no puedo hacer nada.


“Mi corazón es una casa de putas”, fue la frase que dijeron antes que tomara el taxi a las cuatro y media de la madrugada, hermosa metáfora.
En medio de la noche de fiesta y reencuentros mis recuerdos regresaron a esa ciudad porteña que deje atrás hace sólo unos días, pensé que no la extrañaría y desde el momento que tome el avión mis ojos hablaron y dijeron cuanto la querían, Buenos Aries, mi Buenos Aires lleno de abejas, uno de mis mayores miedos; cómo el miedo de Dorothy a la malvada bruja del oeste.
Una vez él dijo: sos una Dorothy latina. Yo Dorothy pero latina, es una importante observación, y después pensé quién seria el espantapájaros, el leñador y el león, el único que sabia a ciencia cierta era el Mago de Oz, mi mago desde hace casi dos años que siempre tuve adelante y no lo vi. Ahora que regrese a Kansas quiero volver a ciudad Esmeralda para poder ver a Oz. Todo el pueblo dice que es mágico pero en realidad la magia la hacemos los que pensamos que él es mágico. Yo creo que él me hechiza cada vez que entro a su palacio, un lugar asombroso con esculturas gigantes que te miran y el piso de madera verde como su ciudad y cada vez que mis dedos pequeños de los pies lo tocan sienten que flotan un poquito más, el salón principal es rojo con olor a margaritas y lirios rosados, y en medio de sus sabanas la noche es maravillosa con su boca y ojos negros que me miran con ternura y amor. Él Mago de Oz, quiero que todos lo conozcan y sepan la magia que hay en su ciudad teñida de verde y blanco. Pero, ahora estoy en Kansas con la tía Em y el tío Henry y extraño ese verde que rodea la ciudad Esmeralda.

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